sábado, 2 de enero de 2016

ALEXANDER AFANASIEV, LA BRUJA BABA YAGA


ALEXANDER  AFANASIEV
Alexandr Nikoláyevich Afanásiev fue un importante folklorista ruso nacido en Voronez, en 1826.

Estudió Derecho en la Universidad de Moscú, pero se dedicó a la literatura y el periodismo.

Hizo estudios sobre las tradiciones populares rusas y, siguiendo el ejemplo de los hermanos Grimm, recogió en las aldeas, de  labios de ancianas campesinas, muchas leyendas, fábulas y cuentos.


Recorrió provincias enteras obteniendo relatos de todas partes. Afanásiev tuvo que realizar un duro trabajo de recopilación, ya que los cuentos rusos no se dejaron por escrito, eran exclusivamente de tradición oral.   Muchas de estas narraciones eran contadas por personas sin ninguna instrucción, pero que poseían el arte de saber narrar.

Afanásiev fue uno de los estudiosos más destacados del siglo XIX en los campos del folclore y la literatura popular.
Entre sus estudios destaca el titulado: Las concepciones poéticas del pueblo eslavo en torno a la naturaleza.

A pesar de su importante labor, Alexandr Afanásiev murió pobre y desahuciado en Moscú, en 1871.



CUENTOS POPULARES RUSOS

La obra de Afanásiev consta de un total de 680 cuentos tradicionales rusos recogidos en su famosa recopilación Cuentos populares rusos, que publicó de 1855 a 1864, en ocho volúmenes.
Algunos títulos de sus cuentos son los siguientes: "La bruja y la hermana del Sol", "El niño prodigioso", "El Sol, la Luna y el Cuervo", "El Rey del Frío o Morozko", "El Pez de Oro", "Basilisa la Hermosa", "El corredor veloz", "La bruja Baba-Yaga", "El gigante Verlioka", "La señorita lista", "El adivino", "La ciencia mágica"...
En ellos se descubre la variedad de temas de estas creaciones de la tradición oral y su fantasía desbordante.


LA BRUJA BABA YAGA
Vivía en otros tiempos un comerciante con su mujer; un día ésta se murió, dejándole una hija. Al poco tiempo el viudo se casó con otra mujer, que, envidiosa de su hijastra, la maltrataba y buscaba el modo de librarse de ella.

Aprovechando la ocasión de que el padre tuvo que hacer un viaje, la madrastra le dijo a la muchacha:

-Ve a ver a mi hermana y pídele que te dé una aguja y un poco de hilo para que te cosas una camisa.
La hermana de la madrastra era una bruja, y como la muchacha era lista, decidió ir primero a pedir consejo a otra tía suya, hermana de su padre.
-Buenos días, tiíta.
-Muy buenos, sobrina querida. ¿A qué vienes?
-Mi madrastra me ha dicho que vaya a pedir a su hermana una aguja e hilo, para que me cosa una camisa.
-Acuérdate bien -le dijo entonces la tía- de que un álamo blanco querrá arañarte la cara: tú átale las ramas con una cinta. Las puertas de una cancela rechinarán y se cerrarán con estrépito para no dejarte pasar; tú úntale los goznes con aceite. Los perros te querrán despedazar; tírales un poco de pan. Un gato feroz estará encargado de arañarte y sacarte los ojos; dale un pedazo de jamón.
La chica se despidió, cogió un poco de pan, aceite y jamón y una cinta, se puso a andar en busca de la bruja y finalmente llegó.
Entró en la cabaña, en la cual estaba sentada la bruja Baba-Yaga sobre sus piernas huesosas, ocupada en tejer.
-Buenos días, tía.
-¿A qué vienes, sobrina?
-Mi madre me ha mandado que venga a pedirte una aguja e hilo para coserme una camisa.
-Está bien. En tanto que lo busco, siéntate y ponte a tejer.
Mientras la sobrina estaba tejiendo, la bruja salió de la habitación, llamó a su criada y le dijo:
-Date prisa, calienta el baño y lava bien a mi sobrina, porque me la voy a comer.
La pobre muchacha se quedó medio muerta de miedo, y cuando la bruja se marchó, dijo a la criada:
-No quemes mucha leña, querida; mejor es que eches agua al fuego y lleves el agua al baño con un colador.
Y diciéndole esto, le regaló un pañuelo.
Baba Yaga, impaciente, se acercó a la ventana donde trabajaba la chica y le preguntó a ésta:
-¿Estás tejiendo, sobrinita?
-Sí, tiíta, estoy trabajando.
La bruja se alejó de la cabaña, y la muchacha, aprovechando aquel momento, le dio al gato un pedazo de jamón y le preguntó cómo podría escaparse de allí. El gato le dijo:
-Sobre la mesa hay una toalla y un peine: cógelos y echa a correr lo más de prisa que puedas, porque la bruja Baba-Yaga correrá tras de ti para cogerte; de cuando en cuando échate al suelo y arrima a él tu oreja; cuando oigas que está ya cerca, tira al suelo la toalla, que se transformará en un río muy ancho. Si la bruja se tira al agua y lo pasa a nado, tú habrás ganado delantera. Cuando oigas en el suelo que no está lejos de ti, tira el peine, que se transformará en un espeso bosque, a través del cual la bruja no podrá pasar.
La muchacha cogió la toalla y el peine y se puso a correr. Los perros quisieron despedazarla, pero les tiró un trozo de pan; las puertas de una cancela rechinaron y se cerraron de golpe, pero la muchacha untó los goznes con aceite, y las puertas se abrieron de par en par. Más allá, un álamo blanco quiso arañarle la cara; entonces ató las ramas con una cinta y pudo pasar.
El gato se sentó al telar y quiso tejer; pero no hacía más que enredar los hilos. La bruja, acercándose a la ventana, preguntó:
-¿Estás tejiendo, sobrinita? ¿Estás tejiendo, querida?
-Sí, tía, estoy tejiendo -respondió con voz ronca el gato.
Baba-Yaga entró en la cabaña, y viendo que la chica no estaba y que el gato la había engañado, se puso a pegarle, diciéndole:
-¡Ah viejo goloso! ¿Por qué has dejado escapar a mi sobrina? ¡Tu obligación era quitarle los ojos y arañarle la cara!
-Llevo mucho tiempo a tu servicio -dijo el gato- y todavía no me has dado ni siquiera un huesecito, y ella me ha dado un pedazo de jamón.
Baba Yaga se enfadó con los perros, con la cancela, con el álamo y con la criada y se puso a pegar a todos.
Los perros le dijeron:
-Te hemos servido muchos años sin que tú nos hayas dado ni siquiera una corteza dura de pan quemado, y ella nos ha regalado con pan fresco.
La cancela dijo:
-Te he servido mucho tiempo sin que a pesar de mis chirridos me hayas engrasado con sebo, y ella me ha untado los goznes con aceite.
El álamo dijo:
-Te he servido mucho tiempo, sin que me hayas regalado ni siquiera un hilo, y ella me ha engalanado con una cinta.
La criada exclamó:
-Te he servido mucho tiempo, sin que me hayas dado ni siquiera un trapo, y ella me ha regalado un pañuelo.
Baba Yaga se apresuró a sentarse en el mortero; arreándole con el mazo y barriendo con la escoba sus huellas, salió en persecución de la muchacha. Ésta arrimó su oído al suelo para escuchar y oyó acercarse a la bruja. Entonces tiró al suelo la toalla, y al instante se formó un río muy ancho.
Baba-Yaga llegó a la orilla, y viendo el obstáculo que se le interponía en su camino, rechinó los dientes de rabia, volvió a su cabaña, reunió a todos sus bueyes y los llevó al río: los animales bebieron toda el agua y la bruja continuó la persecución de la muchacha.
Ésta arrimó otra vez su oído al suelo y oyó que Baba Yaga estaba ya muy cerca: tiró al suelo el peine y se transformó en un bosque espesísimo y frondoso.
La bruja se puso a roer los troncos de los árboles para abrirse paso; pero a pesar de todos sus esfuerzos no lo consiguió, y tuvo que volverse furiosa a su cabaña.
Entretanto, el comerciante volvió a casa y preguntó a su mujer.
-¿Dónde está mi hijita querida?
-Ha ido a ver a su tía -contestó la madrastra.
Al poco rato, con gran sorpresa de la madrastra, regresó la niña.
-¿Dónde has estado? -le preguntó el padre.
-¡Oh padre mío! Mi madre me ha mandado a casa de su hermana a pedirle una aguja con hilo para coserme una camisa, y resulta que la tía es la mismísima bruja Baba Yaga, que quiso comerme.
-¿Cómo has podido escapar de ella, hijita?
Entonces la niña le contó todo lo sucedido.
Cuando el comerciante se enteró de la maldad de su mujer, la echó de su casa y se quedó con su hija.
Los dos vivieron en paz muchos años felices.




LA BABA YAGA

La bruja Baba Yaga es vieja, huesuda y arrugada, es un ser perverso y cruel que come personas, generalmente niños. Sus dientes le permiten romper huesos y desgarrar la carne con facilidad. 
A pesar de que Baba Yaga consume diariamente grandes cantidades de carne, siempre tiene un aspecto delgado y huesudo.
Baba Yaga vuela montada en un almirez o mortero, a veces una olla, y rema el aire con una escoba plateada.
Vive en una choza que se levanta sobre dos enormes patas de pollo que le sirven para desplazarse por toda Rusia.
La valla de su choza está adornada con cráneos, en cuyo interior coloca velas.
Para entrar en la casa, Baba Yaga dice el conjuro “Casita, casita, da la espalda al bosque y voltea hacia mí”.
El interior de la choza siempre está lleno de carne y de vino. La choza es guardada por los sirvientes invisibles de Baba Yaga, los cuales aparecen como manos espectrales.
Baba Yaga también tiene a su servicio a tres caballeros uno blanco, otro rojo y un tercero negro, que controlan el día, el atardecer y la noche.






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